Para nadie es un secreto el papel determinante que desempeñan las TICs (Técnicas de Información y Comunicación) y las redes sociales en el mundo globalizado. Más allá de las infinitas posibilidades que las nuevas tecnologías nos abren, su alcance y dimensiones las convierten también –y por ello mismo- en un arma de doble filo. Sin duda, las generaciones más jóvenes, aquellas que han crecido y se han formado al calor de computadoras, tablets, teléfonos móviles y creen en lo virtual más que en la vida misma, son los más sensibles y vulnerables a la hora de afrontar mensajes negativos, del tipo que sean. 

Desde el año 2001, la UNESCO (que no sólo se ocupa de Educación y Cultura, contra lo que muchos creen) abrió un programa adscrito al Sector Comunicación e Información que aborda un amplio abanico de problemas relacionados con las nuevas tecnologías en este campo. Desde aquellos relacionados con las asimetrías de acceso a nivel planetario, hasta los problemas de ciber seguridad, derechos de autor, ética de la información, etc. A raíz del trágico desarrollo del terrorismo fundamentalista y constatado el papel esencial que desempeñan las redes sociales (incluyendo la darknet) en el reclutamiento y radicalización de los jóvenes en Europa y en los países musulmanes, el Programa Información Para Todos (PIPT) creó grupos de trabajo y estudio y convocó diversas conferencias internacionales para estudiar el problema y avanzar por el camino de la prevención.

América Latina no es un continente afectado por el terrorismo islamista, más allá de muy aislados casos a lo largo de las dos últimas décadas (por ejemplo, hay apenas una decenas de reclutados por ISIS). Sin embargo, es el espacio dónde se baten records mundiales de muertes violentas por día en más de un país. Estamos libres de guerras convencionales, pero en países como Honduras las muertes por homicidio sobrepasan las de Siria. Y, al parecer, las políticas de “mano dura” no sólo han fracasado en sus intentos de pacificar sino que en más de un caso sólo han agravado la situación (ie. México, Honduras)

Porque la violencia juvenil es una realidad innegable en Latinoamérica, la UNESCO propuso un estudio que vincula el papel de las redes sociales y el internet a los comportamientos violentos y la radicalización islamista en Europa y en América Latina. Tras una conferencia en torno al tema, realizada en la sede en París, en el 2015 se le encargó al sociólogo uruguayo Ernesto Rodríguez, Director del Centro Latinoamericano sobre Juventud (CELAJU) llevar adelante este análisis comparativo.

Lejos de forzar un paralelo entre realidades diversas, Rodríguez recuerda el lazo entre precariedad, desempleo, exclusión social y radicalización que existen en importantes sectores juveniles a ambos lados del océano: un terreno fértil para mensajes de violencia en redes. En mi opinión, es probable que en el mundo islámico y en Europa la acción contestataria asuma formas islamistas por razones culturales y contextuales. Como lo afirma el islamólogo francés Oliver Roy, asistimos hoy a una “islamización de la radicalidad” (la rebelión de los jóvenes se aferra al relato musulmán. El Islam no establece rupturas entre lo terrenal y lo espiritual). En América Latina, en cambio, las manifestaciones juveniles de violencia (las maras, los grupos armados, las “barras bravas”) no asumen una dimensión política explícita. Si bien la exclusión estructural puede tener orígenes parecidos, los niveles de la misma son más fuertes en el Mundo Árabe, sobre todo en términos de pobreza. Pero los orígenes suburbanos de la territorialización de los grupos radicales aparecen en ambas regiones del mundo, más allá de la diferencias. Los jóvenes mareros y los integrantes de barras bravas vienen de las periferias urbanas como buena parte de los jóvenes que actuaron en las “Primaveras Árabes” en Egipto y Túnez. Algunos de ellos, frustrados por el invierno oscuro que siguió a tales “Primaveras”, optaron por partir a Siria o Irak.

Cabe destacar igualmente las concepciones de vida y de muerte predominantes entre los jóvenes de uno y otro lado del océano. Hay, en efecto, diferencias visibles entre los jóvenes musulmanes y los latinoamericanos. La dimensión sacrificial, en el primer caso, es evidente. En cambio en América Latina, si bien los jóvenes violentos conviven con la muerte día a día (i.e. los menores sicarios en Colombia o en México) no la asumen como medio para alcanzar fines más elevados, ya sea políticos o espirituales. Es más bien un riesgo permanente que condiciona su modo de vida.

Una de las características comunes de los jóvenes de ambas áreas del mundo es el peso esencial y formativo de las nuevas tecnologías. Tanto en el Mundo Árabe como entre los jóvenes de la diáspora árabe de Europa, las TICs han desempeñado un papel fundamental en la construcción de un relato sobre la realidad en la que les ha tocado vivir. De hecho y no en vano, el ISIS desarrolló un importante trabajo de difusión y propaganda desde sus inicios. El especialista Wassim Nasr afirma en “El Estado Islámico. El hecho consumado” (Plon. Francia 2016) que los teóricos de Al-Quaeda fueron los primeros en hablar de la necesidad de una “Yihad mediática”, de una información emancipada de los medios de comunicación tradicionales para poder luchar contra el discurso dominante. Más tarde el ISIS recupera estos preceptos y construye redes sociales al servicio de sus objetivos. Sus mensajes y videos fueron, en un principio, bastante elementales y de una violencia insoportable y gratuita (decapitaciones y visualización de asesinatos), pero más adelante se convirtieron en montajes muy elaborados y casi épicos. En Siria, en particular, se constató un nada deleznable esfuerzo de formación de ciber-activistas del estado islámico que, utilizando la darkweb, reclutaban y realizaban labores de propaganda. Su consigna era “Mis armas son las palabras”.

Por otra parte y de acuerdo con recientes estudios de la CEPAL, América Latina se ha convertido durante la última década en un mercado emergente en el uso de aplicaciones TIC por empresas, gobiernos e individuos. Entre los principales usos figuran las redes sociales que alcanzan al 96 por ciento de los usuarios. Entre ellos, el Perú sobresale con un 70 por ciento por encima de Brasil (57 %) y Chile (55%). Esta es una forma de socialización especialmente importante en la generación que ha nacido y crecido al calor de internet, pero las redes son también el soporte del mobbing (acoso) a nivel escolar, de videos con actos de violencia como golpizas, violaciones y otros crímenes y de todo tipo de mensajes agresivos, amenazantes y de violencia verbal. Expresiones de racismo e intolerancia que resultan inaceptables y que son difundidas y potenciadas a través de la web.

La nueva Directora General de la UNESCO, Audray Azoulay, ha recordado recientemente y con razón que unos de los objetivos centrales de la Organización es la promoción del diálogo intercultural y la lucha contra el extremismo violento. En este campo, el Programa de Comunicación e Información está destinado a convertirse en un pilar fundamental de sus acciones a futuro. Esperemos que consiga el apoyo político y financiero que estas acciones requieren.