Los grandes combates exigen mandos unificados. La dispersión equivale al debilitamiento y, en última instancia, a la muerte. Tanto más si el adversario es fuerte. El Estado español es, en tanto cabeza del poder hegemónico castellano, mucho más poderoso que el independentismo catalán. Conociéndolo, los catalanistas no dudaron en pasar por encima de diferencias ideológicas abismales para dar prioridad a un eje de convergencia en torno a una opción republicana convincente.(alianza entre el PD. Cat y Esquerra Republicana -ERC) Y a pesar de las adversas condiciones que ha debido enfrentar desde la aplicación del artículo 155 que suspende su autonomía, ayer ambos sumados han logrado conservar su mayoría parlamentaria. 

Sin embargo, como lo hace notar el líder de Podemos, Pablo Iglesias, los dos grupos políticos que encabezan los resultados de estos singulares comicios de altísima participación (82% del electorado inscrito) son de derecha y expresaba por ello su preocupación. Tanto Ciudadanos con 36 escaños (que ha fagocitado al PP gracias a una temible Inés Arrimadas) como Junts per Catalunya del exiliado Carles Puigdemont, con 34 escaños, representan con matices a la derecha neoliberal. Xavier Domenech, líder de Catalunya en Comú Podem, coalición de izquierda contraria a la independencia que acaba de perder tres escaños (pasa de 11 a 8) señalaba anoche que urgía un análisis autocrítico de la izquierda catalana para entender por qué “en una región claramente de izquierda son las derechas, del color que sean, las que han obtenido la mayoría”. 

Tras las consultas y los sondeos de opinión de los últimos años, los analistas políticos explicaban que Cataluña era sociológicamente de izquierda en un país mayoritariamente derechista. Pero esta hipótesis algo acelerada se ha revelado falsa en el polarizado contexto actual. Las ideologías empezaron a borrarse cuando un tradicional partido republicano de izquierda como ERC no dudo en aliarse con el entonces Partido democrático de Catalunya (PDcat, ahora, Junts per Cat) para obtener una mayoría parlamentaria que apoyaron los anticapitalistas de la CUP (Candidatura de Unidad Popular). La coalición progresista Catalunya en Comú en alianza con Podemos ganó las elecciones municipales en Barcelona en el 2015 y Ada Colau se convirtió en la alcaldesa de izquierda que confirmaba las tendencias de las grandes ciudades catalanas. Pero la reciente crisis ha supuesto cambios importantes en el paisaje político catalán. Es precisamente en Barcelona y otros ciudades importantes como Tarragona donde triunfa la nueva derecha neoliberal y constitucionalista de Ciudadanos, feroz adversaria de toda forma de independentismo o republicanismo.

Es cierto que la suma de los partidos independentistas, más allá de diferencias ideológicas, conserva la mayoría absoluta en el nuevo parlament pero por primera vez, desde la instauración de la democracia, un partido ajeno a la tradición catalanista se impone en unas elecciones. Es interesante notar que Ciudadanos, partido fundado en el 2006, situó su discurso inicial en la lucha contra la llamada “inmersión lingüística” que obligaba a todos los habitantes hispanoparlantes de Cataluña al estudio de la lengua catalana y, más tarde, a una educación impartida exclusivamente en catalán. Once años después se ha convertido en el partido más votado. Y polarización oblige, acabar con el procés soberanista fue el único mensaje de su campaña solvente en la forma, pero limitada en propuestas.

Junts per Catalunya, más ERC más la CUP suman 72 escaños. Siendo la mayoría de 68 escaños, nadie pude dudar de este triunfo ocurrido en condiciones especialmente difíciles. En efecto, el ex presidente Carles Puigdemont, líder de Junts per Cat. Está exilado en Bélgica con parte de su equipo de gobierno y Oriol Junqueras, ex vicepresidente y cabeza de lista del ERC, además de otros dirigentes independentistas están presos en cárceles madrileñas. Nadie garantiza que, en caso de ser reelegido presidente del nuevo parlamento, Puigdemont pueda regresar a Barcelona sin ser inmediatamente detenido pues las acusaciones de sedición y alteración del orden público siguen vigentes. 

Nadie sabe si el ex vicepresidente y dirigente de ERC, Oriol Junqueras podrá salir de prisión para asumir el cargo para el que ha sido elegido. Nadie conoce la fecha en la que Rajoy prevé levantar el 155 para permitir la instalación del nuevo gobierno catalán. Es más, frente a las exigencias de Puigdemont para volver a Barcelona y asumir la muy probable presidencia del Govern, Rajoy ha dicho que la triunfadora es Inés Arrimadas y es ella la debe ejercer ese cargo. Sólo existe un problema: Ciudadanos no tiene la mayoría requerida ni sumándole los apoyos del Partido Socialista Catalán (que sólo ha obtenido 17 escaños) ni los del escuálido Partido Popular (3 escaños). ¿Volverá Rajoy a negarse al diálogo?. Esperemos que este no sea el caso pues de otro modo el procès se hará infinito y la polarización cada vez más violenta. Los representantes políticos catalanes se enfrentan a un gran reto: construir gobernabilidad en un mapa parlamentario caracterizado por la fragmentación.