Finalmente –y para desconcierto de muchos- el president de la Generalitat catalana, Carles Puigdemont, declaró la independencia ante el pleno del Parlament para inmediatamente después suspenderla. Es abrir la puerta a la negociación y al diálogo, precisó mostrando así un perfil conciliador que algunos no han dudado en aplaudir. Pero, en realidad, su declaración responde a la hoja de ruta que se trazó el independentismo, la misma que se habría filtrado a la prensa tras ser requisada en casa de un alto dirigente catalán por la Guardia Civil, poco antes del referéndum. 

Esta hoja de ruta incide en algunos puntos que, a la luz de los hechos, permanecen vigentes para Puigdemont. Por ejemplo, se afirma que el independentismo no debe asustar, debe construir un relato moderado y no confrontacional. Se señala también la importancia de obtener un reconocimiento internacional y de buscar intermediación entre conocedores del tema más allá de las fronteras (Quebec, Escocia, Eslovenia) y un eventual apoyo de Organizaciones internacionales como la Unión Europea y la ONU para encontrar consensos y evitar rupturas que acarrearían una crisis económica y social en Cataluña. La búsqueda de apoyos se realizó pero con poco o ningún éxito hasta la fecha.

El problema es que, más allá de la apertura al diálogo que propugnó el discurso de Puigdemont, lo único que parece seguro son las divergencias creada en el seno mismo del independentismo, por un lado y el endurecimiento (o al menos el inmovilismo) en aquel de la oposición. En efecto, la CUP (Candidatura a la Unidad Popular) el aliado más radical de Junts Pel Si (la derecha catalanista) de Puigdemont, denunció una traición. Según sus dirigentes hasta una hora antes de la intervención pública del President, se había acordado una declaración unilateral de independencia (DUI) aplicando los resultados del referendum del 1 de octubre, en el cual una mayoría abrumadora de electores respondió “Sí” a la creación de una república independiente en Cataluña. No sin razón, Anna Gabriel, la portavoz de la CUP se pregunta “negociar qué y con quién”. Ninguna de las partes ha hecho propuestas concretas y toda negociación supone un soporte que en este caso no existe. Al menos todavía. Por el momento, la CUP ha decidido retirarse del Parlament dejando a Junts pel Sí sin mayoría en el pleno frente a un Partido Popular, a sus acólitos de Ciudadano y al Partido Socialista de Cataluña decididos a bloquar la DUI, más allá de algunas sensibilidades diferentes en cuanto al cómo.

Hace poco, el notable sociólogo y urbanista Manuel Castells, describía la situación de modo alarmante: “No hay forma de entenderse”. Para Rajoy no hay nada que hablar mientras el Govern no renuncie explícitamente a plantear o la independencia o un nuevo referéndum con garantías. Ciudadanos pide la aplicación del artículo 155 de la Constitución española, quiere que Madrid suspenda la autonomía y los derechos fundamentales y eventualmente intervenga manu militari . De hecho se ha visto numerosos convoyes del Ejército español dirigiéndose a Cataluña “en prevención a cualquier eventualidad” dicen sus responsables y para apoyar a la Guardia Civil y a la policía, en aplicación del llamado Plan Cota de Malla, si así lo ordena el gobierno.

Por otro lado el Govern de la Generalitat y Puigdemont se han visto impulsados por la fuerza de la movilización del 1 de octubre, la huelga que siguió dos días después y la desmesura de la represión policial. Porque si bien es cierto que el referéndum se realizó en condiciones muy cuestionables, los 2 millones, 260 mil papeletas identificadas con DNI atestiguan no sólo que hubo un voto, sino que hubo un inmenso deseo de votar.

En este contexto de enfrentamiento aparentemente irreversible hay un dato relevante. En un mundo comunicado por internet las imágenes virales de la violencia contra los votantes, las manifestaciones en Madrid y otras ciudades de los “españolistas” que en algunos casos también expresaron odio e intolerancia, han suscitado una emoción considerable en la opinión pública internacional y hay muchos llamados de personalidades de todo el mundo, de organizaciones de la sociedad civil, de ONGs y de la Iglesia que llaman al diálogo y a la cordura. Y ahora que el Gobierno amenaza con aplicar el artículo 155 cabe preguntarse si en una Europa que se afirma democrática y en un mundo globalizado. ¿Es posible mantener una situación por la fuerza? La escalada del conflicto catalán no hace sino dar aliento al independentismo, más allá de la fuga de las empresas y el miedo a una crisis económica que afectaría a todos.

El gobierno del PP se ha centrado exclusivamente en el terreno de la defensa de la legalidad vigente a como dé lugar y ha renunciado a discutir sobre nuevas formas de concebir la autonomía (hacia un federalismo, una confederación). No le interesa abrir un debate constitucional.

Tal vez no le vendría mal a Mariano Rajoy leer “El Gatopardo”, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: a veces es mejor aceptar el cambio que correr el riesgo de perderlo todo.


Foto: libertaddigital.com