Algo más de ochocientos cuarenta heridos entre la población, siete guardias civiles y dos policías golpeados: un balance que evoca las agresiones israelíes a Gaza. La asimetría es elocuente. Y no podría ser de otro modo ya que la Guardia Civil enviada por el Estado español estaba en Cataluña para que la frase “No habrá referéndum” del presidente Mariano Rajoy se convirtiera en realidad. El problema no era la secesión –con la que estaban de acuerdo solo una parte de los que convocaron la consulta- sino la expresión misma de la sociedad civil. Se trataba de impedir su voluntad pacífica de ir a votar. 

Los primeros resultados ya se conocen: un millón 200 mil votos expresados a los que se agregan 700 urnas llenas pero incautadas por las fuerzas policiales. Haciendo una proyección verosímil, el Govern catalán afirma que hubo más de dos millones 200 mil electores de los cuales el 90 o/o respondieron “sí” a la pegunta “¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de República?”.

Pero como lo hacía notar ayer el corresponsal del New York Times en una mesa redonda televisiva, a estas alturas los resultados del referéndum, las condiciones dudosas de su ejecución (se incautaron urnas, se impidió el acceso a centros de votación, no hubo mayor control en las mesas de votación, se disolvió la inicial Comisión Electoral, etc.) han pasado a revestir una importancia menor. Incluso los riesgos de que esta semana se declare una independencia unilateral (la temida DUI) no constituyen el único eje de este desafío. A esta hora resulta claro que este pulso lo ha ganado Cataluña que ha convertido un asunto interno en un problema internacional sobre el que intervienen el británico líder laborista Corbyn y el presidente de Finlandia, el Primer Ministro belga y otras personalidades políticas del mundo. La prensa internacional equipara a Mariano Rajoy con Recep Tayyip Erdogän que combate las disidencias a golpe de gases lacrimógenos y balas de goma. Los que defienden a Rajoy en otros lugares de España se envuelven en la bandera española y cantan “Cara al sol”, el himno franquista. Para que no haya dudas sobre sus nostalgias.

El gobierno del Partido Popular transformó, con su actitud intransigente y su rechazo al diálogo propuesto por algunas organizaciones catalanas (Como la coalición verde –izquierda Catalunya si que es pot o la Candidatura de Unidad Popular (CUP) un referéndum cuyos resultados serían difícilmente vinculantes, en una revuelta popular de enormes dimensiones. Contó para ello con el apoyo obsecuente de Ciudadanos y con la indecisa timidez de la dirección del PSOE. Así, muchos que dudaban en asistir, al ver las imágenes trasmitidas por las redes sociales de los guardias civiles con impresionantes cascos oscuros como medievales robocops golpeando a ancianas indefensas, a madres de familia, a jóvenes y mujeres decidieron salir a votar y probablemente lo hicieron más con el corazón que con la razón.

Habida cuenta los resultados del referéndum, la DUI es el siguiente paso en la hoja de ruta pactada por la mayoría catalana en la Generalitat . Pero entre los independentistas hay quienes creen que perderían parte del apoyo ciudadano e internacional si se lanzan en una aventura riesgosa. Se plantean dos opciones: una es que se difiera la DUI convocando a elecciones que la incluyan en el programa. La otra es hacer una declaración de independencia pero supeditando su aplicación a un plazo de seis meses para dar una última oportunidad a Madrid de negociar un referéndum legal. Pocos creen que el actual gobierno del Partido Popular ceda. De hecho, esta fórmula ya se planteó hace meses y Rajoy le dio la espalda.

El presidente de la Generalitat (el gobierno autonómico catalán) Carles Puigdemont pronunció un discurso, al final de la histórica jornada, señalando que “El Estado español ha escrito una página vergonzosa en la historia de su relación con Cataluña (…) pero hoy hemos dicho basta”. This is the end como dice el escritor Sergi Pamiès, porque la brutalidad desproporcionada en nombre de un orden constitucional que ya no sirve para cohesionar sino para dividir ha abierto una herida en la región más próspera de España (20% de su PIB) que será muy difícil de cerrar.

El Embajador Aurelio Pérez Giralda me recordaba hace poco el libro del historiador francés Pierre Vilar “Cataluña en la historia de la España moderna”(1966). Vilar definía esta relación como asimétrica: la debilidad del Estado español frente a la fuerza y la pujanza económica de Cataluña. Esta diferencia habría causado un doble complejo de inferioridad. Por un lado, la inferioridad económica castellana y por otro, el poco peso político de Cataluña en el contexto nacional. Al parecer Cataluña está decidida a superar sus complejos.